martes, 5 de septiembre de 2017

Con las alas rotas

Vos sabés...
las cosas nunca son tan simples,
Hoy podés
y mañana te apoyás un rifle
en la sien.
Mal que mal tenemos que asomar el cuello,
han quedado huecos por tapar.
Aun hay mucha sangre por perder
Y cicatrices por curar. Muchas más.
Pero qué tan alto más
podremos volar con las alas rotas?
Cuánto tiempo más
se supone que tendremos que vagabundear
por los campos sin tierra,
por las calles sin luces,
por los cielos sin paraísos...
Arrastrando la mirada.
Hoy las almas se tropiezan
y terminan abrazadas
Con latidos que salpican
Enchastrándose de amor.
Pero qué tan alto más
podremos volar con las alas rotas?


sábado, 28 de septiembre de 2013

Limpianubes.

Somos limpiadores de nubes, incluso de las de nuestros propio cielos. Nacemos con esa profesión. Hacemos que nuestros sueños se mantengan siempre encendidos, aunque tengamos 80 años y hayamos perdido mil oportunidades. Nuestro sol es eterno, su luz solo tiene 8 minutos de retraso contra los años interminables que tardamos en llegar a la felicidad. Aunque a veces con el tiempo tornemos en nubadores o nubladores accidentales nada puede borrar nuestra capacidad illuminadora.

martes, 19 de octubre de 2010

De riesgos y salvaciones...



Hoy ha sido un día bastante duro, pero no por el hecho de que haya trabajado mucho, sino porque hoy ha venido a mi una pregunta que me ha hecho entrar en conflicto con mis propios principios.

Mientras hablaba de otras cosas, y como quien no quiere la cosa, la siguiente cuestión me hizo plantearme de nuevo todo este sistema de valores que (se supone) llevamos a cuesta cada uno de nosotros.

¿por quien daría, o sería capaz de arriesgar la vida, es decir, mi vida?


Pronto llegué a la conclusión de que en ese momento no estaba capacitado para responder, porque realmente no sabría que hacer en ese mismo instante.

La verdad es que muy poca gente es sincera en este aspecto, pues realmente no existe tal altruismo, o tal egoísmo, pero por lo menos voy a ser sincero conmigo mismo, y voy a intentar aclararle a mi corazón dicha cuestión.

Tengo un especie de sensación que me hace ver que el hecho de dar la vida por alguien simplemente pasaría en condiciones extremas, pero también tenemos que tener en cuenta cuándo ocurren condiciones extremas en nosotros.

Este es un tema largo y difícil de abordar, simplemente porque entran en juego todo tipo de artimañas y juegos verbales que hacen que nuestro ego salga victorioso aún a pesar de perder su propia existencia.
Voy a intentar pasar de ese tipo de juegos, pero por otra parte para que sepamos de lo que estamos hablando, y poder dejarlos a un lado, es necesario hacer constar de alguna forma que es lo que nos impide ser totalmente sinceros.

Empecemos.

La vida, tal y como es, desnuda e infinita, no es nuestra, y por lo tanto no podemos seguir hablando de "nuestra vida". Es cierto que caben destacar millones de matices ante esta frase, pero vayamos poco a poco.

El hecho que nos hace pensar de una forma diferente, es decir, lo que nos hace pensar que esta vida es nuestra, es simplemente todo el sistema de valores que engendramos y evolucionamos hasta el punto de comparar las cosas para determinar que esto es mejor que lo otro, etc., y empezar a considerar que aquello que nosotros consideramos de mas "valor" empiece a formar parte de nuestra vida, mientras que lo demás es simplemente algo menormente relevante.

En breves palabras, primero conocemos las cosas que hay a nuestro alrededor, luego las comparamos, y finalmente, aplicamos nuestros "infalibles valores" para determinar que es lo que nos va a acompañar en este viaje vital. Y cuando nos preguntan, decimos con la sonrisa de Clinton orgullosos: "miren, esta es mi vida".
En mi opinion, una tremenda estupidez.

La vida no es nuestra, y no deberíamos seguir engañándonos; lo único que nos pertenece son nuestras ilusiones y nuestros objetivos, y eso, es realmente efímero, puesto que no hay un solo instante que sea igual a otro, y por lo tanto nuestras necesidades cambian al igual que nuestras ilusiones.

Es necesario comprender que lo que hagamos, simplemente lo hagamos por el mero hecho de hacerlo, porque si lo hacemos por un objetivo en particular, realmente estaremos desaprovechando nuestro valioso tiempo en la tierra, despreciando "inconscientemente" todo tipo de sensaciones que nos hacen vivir la vida al desnudo y sin equipaje, para que así podamos ir mas lejos. pero bueno, no nos vayamos del tema.

El punto a tratar, es la decisión de arriesgar la vida por otra persona.

No puedo entender lo que algunas personas sienten cuando dicen que solo darían la vida por algunas persona a las que quiere, como si de alguna forma pusieran precio a las vidas dependiendo del grado de conocimiento o sentimiento que se tenga al respecto. O quizás despreciando todo resto de vida ajena a su alrededor.
(no se que seria mas oportuno).

El caso es que si se esta dispuesto a arriesgar la vida, se hace en cualquier circunstancia, y ante cualquier persona, y si no se esta dispuesto no se hace por nadie. Pero el paso intermedio es realmente ruin.
Explicaré mi por qué.

Si logras ver que esta vida no es tuya, y que simplemente estas aquí para disfrutar de lo que "te toque", entonces estarás dispuesto a vivir en el momento y en el ahora, sin ilusiones ni objetivos efímeros, sino que el día a día, momento a momento, se convertirá en tu desnudez y tu infinitud, y en esa conducta no es necesario responder a dicha pregunta, porque solo en el instante que ocurra, sabrás qué hacer o no hacer.

En esa conducta no hay un arriesgar, porque no hay nada que perder. Por lo tanto solo existe la acción que implica decisión madura, sin tener que pasar por el realmente degradante hecho de poner precio o distinción a las vidas.

Si no logramos ver eso, hay varias opciones que pueden suceder.

Una de ellas, es que en el momento en el que te ocurra esa situación extrema, estés preso de uno de esos efímeros objetivos o ilusiones,(que al final siempre terminan desilusionando), y simplemente estar así en un estado en el que aún no has descubierto el sentido de tu propia vida y decidas por eso aferrarte a lo conocido, que es la vida. Repito que en la mayoria de los momentos uno es preso de sus objetivos, y por lo tanto de momento se esta dormido ante la verdad, y ese hecho, de alguna manera le convierte en el ignorante que sigue adelante.

Pero hay otra opción, y es la que mas miedo da, porque es la que demanda mas cobardía. Esa es la opción de saber de alguna forma todo esto, y simplemente seguir comparando y poniendo precio a las vidas de nuestro alrededor debido a que no somos lo suficientemente inteligentes como para ir mas allá de nuestro propio orgullo, y nuestro propio egoísmo. Al parecer esta última opción está muy generalizada, y eso de verdad que es susceptible de dar pena.

Ese paso es realmente ruin. Nos hace ver que tan egoístas somos, y eso poco a poco nos corroe y nos pudre por dentro.

Yo no necesito arriesgar nada, ahora no tengo nada, pero es que tampoco será nada lo que me lleve en mi viaje mortal. Por lo tanto vivo el ahora intentando sacarle el mayor jugo posible a esta vida que no es mía ni tuya.

No necesito responder a esa pregunta, porque el momento aún no ha llegado, y realmente deseo tener fuerzas para que cuando llegue, si es que lo hace, sepa decidir de forma madura y útil para mí.

Mr. Salviand (C&P)

sábado, 21 de agosto de 2010

Las cerraduras.

Caemos...
Nuestros miembros a merced del viento vertical se estiran, se revuelven en posiciones imposibles. ¡Nos sentimos libres!
En menos de diez segundos nos habremos hecho mierda contra el suelo, de tal forma que nos tendrán que barrer porque nuestros pedazos no se podrán ni agarrar con dos dedos, pero por fin habremos sido libres.
Nadie podrá detenernos, ni tocarnos, ni manipularnos, ni mentirnos, ni mirarnos mal, ni hablarnos con ironía, ni tocarnos el culo ni... salvarnos.
Soy experto en comportamiento social, la idiotez de la gente enseña mucho si aprendes a mirar.

Caer no es una solución, es una salida. Salida cortita y con una puerta que te miente. Te hace creer que del otro lado hay algo menos doloroso que lo que hay de este lado.
No se si menos doloroso... lo que sí estoy seguro es que hay algo menos.





Guadalupe no pudo detener su curiosidad y rondó la puerta clavando su ojito meterete por la mirilla, viendo la luz del otro lado del lente de mierda de las mirillas.

Para abrir esa puerta debía atravesar otros portales que debía abrir correctamente y cerrar por las dudas que todo saliera bien.
Durante meses paseó por delante de la puerta, estudió su picaporte al dedillo. Compró una libreta gorda de muchisimas hojas.
Tomó las medidas exactas, apuntando en su libreta cada detalle que viera que le pareciera un obstáculo. Buscó y encontró cada ganzúa necesaria para vencer todas las cerraduras que se interponían.

La ganzúa de la familia, la de los amigos, las de su amante y su pareja, las de los profesores de la Universidad, la de los vecinos...
Cada día encontraba una cerradura que había olvidado el dia anterior. Dos meses después se dio cuenta de la cantidad de cerraduras que habría que abrir para aventurarse a derribar esa puerta dignamente.

¿Cómo era posible?
¿Cómo una persona en la vida podía sentirse tan sola teniendo que abrir tantas cerraduras para llegar a la salida?
¿Cómo carajo Guadalupe había conseguido tantas cerraduras y no tenia las llaves para abrirlas a todas? Y claramente debería usar medidas de emergencia: ganzúas.

Al tercer mes fue a la tienda de la vuelta a comprar otra libreta.
Aparecían más y más cerraduras.
A medida que comenzó a abrir las puertas, algunas forzadas y otras sin llave, fue notando que iba perdiendo el interés en la puerta de salida.
Al abrir cada cerradura las imagenes recorrian su mente como diapositivas de una conferencia.

Abrió la de la familia... Se vio sonriendo, hablando, abrazando y posando.
Abrió la cerradura de los amigos y se descubrió borracha, dormida, feliz, asustada y hasta sexy.
El cerrojo de su pareja era la corrección en imágenes, la seguridad de mirada, las vacaciones en paz y la frente alta, la rutina, el aburrimiento...
La cerradura de su amante era la locura extrema, el secreto, el hablar al oido, la emocion del vertigo sin futuro.
Seguía abriendo cerrojos siguiendo estrictamente las indicaciones de sus libretas.

Buscaba la puerta oscura que le llevara a la luz, y no la veia. No abría una sola cerradura que la llevara a su propia soledad.
Sus emociones comenzaban a caer en un plato hondo, mezclándose en una especie de sopa espesa.

Miles de puertas se abrían y cerraban y ninguna mostraba oscuridad alguna.
Cada cerradura disparaba un flash de imágenes que le resolvía un trozo del intríngulis que había enmarañado su corazón.

Al cuarto mes Guadalupe desistió de su búsqueda porque ya no se acordaba lo que buscaba. Estaba revolviendo su alma humeante con una cuchara contra el dolor.
Dio media vuelta cuando la ultima cerradura se abrió y volvio a casa.
Salió a la calle, un taxi se detuvo a su lado y ella abrio la puerta trasera y subió.
Era un coche negro con techo amarillo que la acogió donde nacen los latidos de Buenos Aires.
El taxista la miró a los ojos por el espejo retrovisor. Ella le devolvió la mirada tranquila y resuelta. Le dijo suavemente "Gracias por todo este tiempo, pero lo nuestro acabó..."

Los ojos del taxista se cubrieron de sorpresa, ira e incredulidad. Su pie apretó el acelerador en un instintivo movimiento rabioso, perdió el control, mordió el bordillo de la acera y se estrelló contra un árbol. Guadalupe salió despedida por el parabrisas delantero y quedó apoyando medio cuerpo en el capot.
Había decidido con una sonrisa no suicidarse hacía menos de diez minutos. Había entrado y salido de su ultima puerta.

Guadalupe murió instantáneamente, pero al menos había dicho "Te Amo" a todas sus cerraduras.
Eso había cambiado el nombre del asesino.

Mr. Salviand.

martes, 13 de julio de 2010

Dentro... un fantasma.

Solo vemos dos cosas en la gente: lo que queremos ver y lo que nos quieren mostrar.

Acceder al núcleo fibroso de alguien es difícil y peligroso.
La mayoría de las veces que nos obsesionamos con conocer secretos y entramados de la vida de una persona acabamos desilusionados, frustrados.
Es la misma obsesión lo que nos ilusiona y entusiasma, sin eso, encontrar el interior de alguien sería como abrir una lata de paté.

Cuando descubrimos por accidente o cometemos pecado de prejuicio, es cuando las grandes personalidades nos deslumbran, nos iluminan. Pero como dice la frase, seguramente nadie se enterará.
En este mundo donde casi nadie está ávido de aprender de otro fuera de un aula, donde todos tenemos la solución a los problemas de la sociedad, donde domina la soberbia de regodearse en la inferioridad del otro para sentirse por fin "alguien", yo me rasco un huevo y me cebo un mate mirando desde la profundidad de mi ojo meterete la ventana por donde se accede al mundo.

Canibalidad, minimalismo, caricias de lija por doquier. Nos rascamos las espaldas con uñas de daga de doble filo, los unos a los otros. Nos miramos a los ojos en la mayor de las mentiras, con una profesionalidad extrema, aprendiendo de la psicología escrita.
Tomamos clases extensas y diarias de engañar al espejo.
Descubrir...

Ahhhhh, falta de belleza hay en la pérdida de la inocencia!

La risa socarrona y soberbia suena out loud cuando uno comete una pícara inocencia delante de los inseguros.
Porque los que no saben aprender de los demás, tampoco saben explicar con docencia.

No quiero que me veas.
Este blog es mentira.
Estoy fabricando una personalidad que luego será mi escudo cuando me sienta acosado por mis preguntas, esas que temo hacer a los caracteres mutilados para que no se rían en mi cara, por tener la respuesta y me sugieran que me arrodille a suplicar por su sabiduría. Mirando de costado a sus iguales, esperando una admiración que no consiguen por sí mismos.
Porque preferimos salvar el jarrón aunque en eso se nos vayan los brazos.




Y como este blog es mentira, yo no existo.
Menos mal. Si no... habría escrito esto.

Mr. Salviand

viernes, 25 de junio de 2010

Paradojas

La paradoja de nuestro tiempo es que tenemos edificios mas altos y temperamentos mas reducidos, carreteras mas anchas y puntos de vista mas estrechos.

Gastamos más pero tenemos menos, compramos más pero disfrutamos menos. Tenemos casas más grandes y familias más chicas, mayores comodidades y menos tiempo.

Tenemos más grados académicos pero menos sentido común, mayor conocimiento pero menor capacidad de juicio, más expertos pero mas problemas, más medicinas pero menor calidad de vida.
Bebemos demasiado, fumamos demasiado, despilfarramos demasiado, pero reimos muy poco, conducimos muy rápido, nos enojamos demasiado, nos desvelamos demasiado, amanecemos cansados, leemos muy poco, vemos demasiado televisión y oramos muy rara vez.

Hemos multiplicado nuestras posesiones pero reducido nuestros valores. Hablamos demasiado, amamos demasiado poco y odiamos muy frecuentemente.

Hemos aprendido a ganarnos la vida, pero no a vivir. Añadimos años a nuestras vidas, no vida a nuestros años. Hemos logrado ir y volver de la luna, pero se nos dificulta cruzar la calle para conocer a un nuevo vecino.



Conquistamos el espacio exterior, pero no el interior. Hemos hecho grandes cosas, pero no por ello mejores.

Hemos limpiado el aire, pero contaminamos nuestra alma. Conquistamos el átomo, pero no nuestros prejuicios. Escribimos mas pero aprendemos menos. Planeamos mas pero logramos menos.

Hemos aprendido a apresurarnos, pero no a esperar.
Producimos computadoras que pueden procesar mayor informacion y difundirla, pero nos comunicamos cada vez menos y menos.

Estos son tiempos de comidas rápidas y digestión lenta, de hombres altos pero de carácter enano, de enormes ganancias económicas y relaciones humanas superficiales. Hoy en día hay dos sueldos pero más discusiones por dinero, casas mas lujosas pero hogares rotos.

Son tiempos de viajes rápidos, pañales deshechables, moral descartable, acostones de una noche, cuerpos obesos, y píldoras que hacen todo, desde alegrar y apaciguar, hasta matar.
Son tiempos en que hay mucho en la vidriera y muy poco en el almacén.

La vida no se mide por el número de veces que tomamos aliento, sino por los extraordinarios momentos que nos lo quitan.