Somos limpiadores de nubes, incluso de las de nuestros propio cielos. Nacemos con esa profesión.
Hacemos que nuestros sueños se mantengan siempre encendidos, aunque tengamos 80 años y hayamos perdido mil oportunidades.
Nuestro sol es eterno, su luz solo tiene 8 minutos de retraso contra los años interminables que tardamos en llegar a la felicidad.
Aunque a veces con el tiempo tornemos en nubadores o nubladores accidentales nada puede borrar nuestra capacidad illuminadora.